martes, 16 de diciembre de 2008

A propósito de Lewis Carroll

















Alicia en el país de las maravillas

Yo era muy pequeña cuando la ilustración de la tapa me cautivó, y desde entonces perseguí a mi mamá con ese libro para que me lo leyera, lo logré antes de terminar el jardín de 5. Esa mágica historia de Lewis Carroll me sedujo en cuanto oí las primeras palabras del libro salir de la boca de mamá. "Alicia empezaba ya a cansarse de estar sentada con su hermana a la orilla del río, sin tener nada que hacer" fue evidente para mí que de ese aburrimiento iba a salir disparado a algo distinto de lo que venía oyendo de otros cuentos. Noche a noche me extasiaba con las situaciones por las que atravezaba Alicia, las imaginaba durante toda la tarde, esperaba el momento en el que supiera como continuaría, a pesar de tener muchos posibles desenlaces en mi mente.

Más adelante lo leí por mi cuenta, fue el primer libro que me atrapó, no podía soltarlo, lo llevaba al colegio, lo leía en los recreos, en alguna hora de clases en la que no me prestaran mucha atención como para darse cuenta, en el transporte escolar, en la terraza; los fines de semana en el campo, montada en Dorita, una yegua adorable, y leía en voz alta mientras ella cruzaba el río, y paseabamos por los lugares más desolados. Pensar en ese libro es volver a sentir el olor de Dorita, algún sauce llorón acariciándome la cara al pasar, el sol pegando a campo traviesa y la brisa primaveral amainando las siestas.


Hoy encontré la que fue primera versión cinematográfica de Alicia en el país de las maravillas, 1903, muda por supuesto, con música de Debussy Prelude to the afternoon of a Faun.




Muchas veces ha sido llevada al cine ya, pero la que más me va a gustar está pronta a salir de la mano de Tim Burton, desde que ví el Edward Scissorhands tengo la idea de que es el director que mejor puede llevarla a la panatalla.